Patrimonio natural de Camarzana : El tejar y su fuente

   


En las afueras del pueblo ,en dirección a Puebla de Sanabria, existe un lugar muy emblemático donde se mezcla el paisaje, la flora, la fauna y la alfarería rural . Ese lugar ha recibido siempre el nombre de El Tejar . No es necesario ser muy lince para averiguar cuál es el origen de este topónimo , en este lugar al menos hasta finales de los  años cincuenta existió un tejar tradicional del que aún quedan restos como el horno de cocción , oculto en la actualidad por la hiedra que intenta esconder su pasado a los curiosos que se acercan a beber de la nueva fuente de factura reciente.

En la memoria de la gente del pueblo este lugar siempre fue un lavadero para las mujeres del pueblo sobre todo en invierno en que la temperatura del agua de manantial impedía su congelación y de esta forma evitaban el hielo del caño del pueblo que debido a las bajas temperaturas invernales permanecía totalmente congelado . Esta utilidad del manantial del Tejar convertía el lugar en un lugar de reunión social donde los diversos asuntos sentimentales eran los preferidos entre la concurrida afluencia de mozas del pueblo .Mis recuerdos de estas estancias en la fuente están relacionados con mi madre a quien acompañaba a realizar las tareas del lavado de ropa después de que mi abuelo le hubiese transportado la ropa y el lavadero desde el pueblo en ese carretillo de madera con una rueda de hierro que tan torpemente superaba las piedras de las calles y caminos embarrados  que en esa época carecían de pavimento . Recuerdo que mi abuelo se cuidaba de colocar el lavadero en un lugar lo más cercano al surtidor de agua que fruía de una teja colocada estratégicamente en el manantial , él decía que ahí el agua estaba más caliente y eso era importante en unas mañanas invernales con temperaturas muy gélidas .



Es la calidad del barro ,que aflora en los barreros, el que llevó a la familia de la Sra Julia a la instalación de este tejar del cual perviven aún muchos tejados de la comarca ya musgosos pero habiendo superado el rígido clima de estas comarcas y también algunos ladrillos macizos de las fachadas de las casas de algunas de las familias “ricas”de la zona.La Sra Julia enviudó al principio de la Guerra Civil fruto de las tropelías partidistas pero sus numerosos hijos e hijas la convirtieron en la matriarca de una familia económicamente muy desahogada que aún conserva en sus casas signos de su riqueza fruto de un trabajo duro y honrado.Aún llegué a ver la nave de tapial con el tejado ya derruido , donde se amasaban las tejas y ladrillos  y se secaban a cubierto  cuando había amenaza de lluvia.Una verdadera factoría que daba trabajo a toda una familia muy numerosa  y a algún que otro trabajador eventual .Estos  trabajadores del barro podemos considerarlos descendientes de aquellos otros que habitaron miles de años antes  el Castro de Camarzana y donde aún hoy en día podemos encontrar  trozos de cerámica e incluso vasijas enteras signo de la nobleza y dureza de este barro milenario .No tenemos constancia arqueológica de  que en este Tejar existiese un centro alfarero anterior al que conocimos aunque si que tenemos documentados el horno alfarero de época Romana de Melgar y el centro alfarero de Vega de Tera posterior a los romanos y que sobrevivió hasta bien entrado el siglo XX  .De aquí los cacharros de barro eran llevados de pueblo en pueblo por los cacharreros en burros provistos unas “andarillas” especiales.Yo aún tuve la oportunidad de ver a uno de estos cacharreros procedente de Calzada cuyos cántaros ,cazuelas o botijos aún pervivían hasta hace poco en la cocina de lumbre de mi abuela.



Nuestro famoso Tejar , no sólo era lavadero y horno, también era el lugar preferido para celebrar las típicas meriendas campestres sólo en días muy señalados porque la economía no daba para excesos culinarios . Muchas pandillas de “rapaces” y de mozos y mozas casaderos buscaban la sombra de los centenarios fresnos para degustar la comida típica de las tardes del Domingo de Tortillero o de cualquier otra festividad primaveral ,estación preferida para estas salidas excepcionales.Muchos de estos árboles nos contarían más de una historia de encuentros y desencuentros de nuestros camarzaneses.

La importancia de este rincón natural, tan entrañable para este pueblo, no queda solo supeditado a estas historias con nuestros paisanos como protagonistas .El Tejar era en sí mismo una especie de ecosistema con vida propia que extendía su influencia más allá del entorno de su fuente y su barrero .Aprovechando la presencia constante del agua y al abrigo del monte, la primavera obraba el milagro y multitud de plantas herbáceas cubrían el suelo de los fresnos y alcanzaban hasta las primeras encinas que marcaban el límite con el monte.A los fresnos se les unían las salgueras y en los cursos de agua alimentados por el manantial principal y por otros que afloraban por las laderas del monte se erguían los juncos que servían de cobijo a multitud de anfibios. En los mismos manantiales incluso proliferaban dos plantas acuáticas muy apreciadas para las ensaladas primaverales,los berros y la meluja .De todos los anfibios las ranas eran las más numerosas y cada primavera interpretaban una verdadera sinfonía que se escuchaba en las silenciosas noches en todas las casas cercanas a este lugar paradisiaco donde algunos teníamos



 la suerte de vivir .En esta época las múltiples charcas acogían a una multitud de renacuajos que bullían continuamente intentando progresar y superar su estado acuático para conquistar todo su entorno . El agua procedente de estos manantiales nutría a un reguero que nunca se secaba y donde las ranas y dos especies de peces , los “picones” y las sardas encontraban su lugar fuera del Tejar  . Los que tuvimos la suerte de vivir en este entorno, no teníamos para nada ningún principio ecológico tal y como hoy lo entendemos , más bien éramos depredadores del entorno y las ranas y peces no eran unos seres maravillosos para observar con sus subidas y bajadas rápidas por el reguero de la Brea , que así se llamaba este curso de agua que nacía en el Tejar , sino unos animales que había que pescar para complementar nuestra dieta y también justificar en casa nuestra “pérdida de tiempo” correteando reguero arriba y abajo cuando nuestros padres y abuelos se afanaban por dominar las malas hierbas que invadían las habas o la remolacha .Pero tengo que decir, a nuestro favor,que a pesar de nuestra labor intensiva de pescadores cada primavera volvían a aparecer tantas ranas o peces como la anterior sin que nuestra labor depredadora hubiese tenido algún efecto negativo.

Si la flora y la fauna acuática era numerosa ,no lo era menos la fauna terrestre. Los barrancos del Tejar era el lugar preferido para escavar sus madrigueras los conejos de cuya presencias sabían mucho los zorros que también preferían sacar adelante a su prole cerca de los escurridizos roedores aunque ,cuando la astuta zorra  no conseguía alcanzar a los rápidos conejos no le hacía ascos a alguna que otra gallina despistada que encontraba en algún corral del pueblo en sus correrías nocturnas.Los conejos también eran el alimento preferido de los búhos que buscaban establecerse en  las oquedales de los barrancos .Los altos y tupidos fresnos eran el lugar preferido para los alados depredadores como el aguilucho cuyo vuelo surcaba continuamente el cielo del Tejar en busca de algún escurridizo conejo, paloma,ratoncillo o lo que se terciase porque entonces había donde elegir .

Este relato  no estaría completa sin la legendaria figura de cazador de mi tío Antonio, el artífice de mi pasión actual por la naturaleza. Mi tío está íntimamente asociado a una de esas escenas de caza que se quedan grabadas en la mente infantil para siempre . Recuerdo que una mañana , no sé de qué estación, mi tío me despertó muy temprano , preparó su escopeta de dos caños,tomó sus correspondientes copas de aguardiente de la alambique del Sr.Alonso Panizo, y con paso rápido nos fuimos hasta el Tejar , antes de llegar me hizo señas de guardar silencio y nos escondimos entre una “palera” fuera de la vista de cualquier animal .Mi tío , después de liar y encender un pitillo , me dijo:

-Blas, esta hoy no se me  escapa .

Yo sabía perfectamente de que se trataba porque no tenía oídos más que para sus andanzas sobre caza y ésta ya la había oído .

Recuerdo que aún no había mucha luz pero si la suficiente para ver aparecer en el claro que estaba antes de la laguna del manantial principal una enorme liebre que acudía a saciar su sed vespertina .Mi tío sin mediar palabra se echó la escopeta al hombro y cuando el pobre animal se disponía a acercar el hocico al agua emitió un sonido que hizo que la liebre se levantase erguida sobre las patas delanteras momento que aprovechó para apretar el gatillo y acabar con sus días . Pasados muchos años y recordando esta y otras cacerías parecidas ,y en cierto modo llevado ya por mis principios ecológicos y también por mis remordimientos y un poco detractor de la caza, le comenté en una ocasión a mi tío sino le daba pena matar liebres en épocas de cría, a lo que él con una sonrisa socarrona me respondió: 

-¡Anda  que cuando el raposo  atrapa una liebre le pregunta si está preñada o no ¡.


Hoy este lugar cargado de historia, leyendas y en definitiva de vida , aparece en un estado de semiabandono, donde las paleras han conquistado todo el entorno, las zarzas han terminado con la pradera de la fresneda y el antiguo manantial principal con su teja ha sido transformado en un depósito que abastece a una fuente de reciente construcción de cuya agua se provee alguna gente del pueblo , cada vez menos .Supongo que ,como yo ,muchos añoramos ese manantial, la pequeña charca y la multitud de seres vivos que vivían en su entorno. A veces preservar la vida pasa por conservar nuestro patrimonio natural para que las futuras generaciones puedan disfrutar de lo que nosotros tuvimos .

Blas de Paz 

Camarzana de Tera 09 de marzo 2021 


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