San Blas, una festividad ya olvidada


                                    DE BLASES Y BLASITOS ( Recuerdos de la niñez)

Mi recuerdo se remonta a un dos de febrero de 1959 o 1960. Las heladas aún no habían abandonado el pueblo y las nieblas, por la cercanía del rio Tera tampoco.Se habían unido estos dos fenómenos atmosféricos y durante todo el día el sol había desaparecido .La niebla y el intenso frío hacían que las encinas y las jaras luciesen un color blanco fruto de la cencellada. Este frío intenso  nos refugiaba en la cocina donde la leña chispeante de encina no dejaba de alimentar el fuego todo el día. Para mi esta unión de frío y niebla era un momento ideal para merodear por la cocina y el horno donde mi abuela aprovechaba el tiempo para amasar pan  y a la vez cocer roscas y magdalenas cuyo aroma se extendía por toda la calle  sirviendo de reclamo a toda la chiquillería que deambulábamos por las calles ajenos al frío ,al  barro y al agua que tratábamos de evitar provisto de nuestros chanclos recién comprados en la Feria de Santibáñez del mes de septiembre y que tenían que durarnos al menos dos inviernos antes que el estirón hiciese el resto.
Al calor de la lumbre en estas fechas cercanas a San Blas escuchábamos frases como “ Aún no ha llegado la cigüeña a la Iglesia de Cabañas, se nota que este invierno está siendo frío”.Yo escuchaba estas sentencias con gran expectación no por el interés que  teníamos en esa sabiduría popular relacionada con el tiempo sino más bien por lo que estas fechas de San Blas significaban para nosotros, comida y sobre todo dulces, algo que rompía la monótona dieta de pan, tocino, chorizo y legumbres con que saciábamos el hambre de esos días cortos y noches interminables del invierno de la meseta.
El día anterior a San Blas, mi abuela se encargaba de preparar la bandeja de dulces para la fiesta, bueno cuando digo dulces podéis entender que había una gran variedad de bollos pero nada más lejos de la realidad porque solamente teníamos roscas de pascua y magdalenas, mi dulce preferido.Estos dulces se acompañaban de dos únicas bebidas, aguardiente , destilada en la alambique del Sr Alonso el "Cabrito"(origen de los actuales Licores Panizo) y anís que dado el color de la botella muy oscurecida por el humo de la cocina, había servido ya  decenas de copas en muchas onomásticas.Mis padres solían recordarme varias veces al día el acontecimiento cercano con frases como  “ Blasito, mañana es San Blas ¿Qué te parece?. Que ¿qué me parecía? , pues que me embargaba una alegría y ansiedad tan grande que salía corriendo por las puertas grandes de la casa de la abuela y no paraba de dar vueltas a la manzana de casas mientras sostenía con ambas manos un palo a modo de volante del "camión de mi tío Higinio". La gente asombrada de mi pose y ruido simulando el camión y desafiando al frío intenso solía preguntarme: ¿A dónde vas Blasito?. Mi respuesta siempre era la misma: Voy a dar una vuelta con el camión de mi tio Higinio. Lo del nombre de Higinio si sé de donde lo asocié pero lo del camión nunca he averiguado esa asociación ya que este señor jamás tuvo un camión.¡Cosas de rapaces !como solían terminar las frases cuando no se encontraba explicación para una conducta tan absurdo a los ojos de mis queridos vecinos nada sobrantes de energías para utilizarlas en algo tan inútil como buscar explicación al juego de un niño conduciendo un ficticio camión.Así pensaban aquellas personas que yo veía tan grandes y respetables que no me atrevía a rechistar un consejo cuando con mayor o menos seriedad me invitaban a dejar de dar vueltas a lo tonto por las calles y a refugiarme en casa porque me iba a congelar.
En el único recuerdo que tengo de la festividad de San Blas no debía de tener más de tres años, nadie ha podido asegurármelo por más pistas que he dado,pero  inexplicablemente es de la única que guardo recuerdos quizás porque sólo en esa ocasión me sentí el protagonista principal de la fiesta o por algún otro capricho del subconsciente. Recuerdo que me desperté pronto , no sé si desayuné o no  pero si que mi madre me dijo que me iba a poner guapo palabra que odiaba porque suponía perder mi libertad de movimientos. Cuando te ponían la ropa de los domingos te bombardeaban con frases como, ¡Cuidado no te ensucies! ¡ Cómo te manches te acuerdas! ¡No te metas por los charcos! . Ya podéis imaginaros como era posible cumplir esas órdenes con unas calles atestadas de barro y en una casa cuyas paredes soltaban cal y hollín así te acercaras. Pero bueno era un peaje que había que pagar para ser el centro de atención  de la familia y los vecinos por un día. Como os iba diciendo recuerdo que me pusieron guapo pero bien abrigado y antes que tocaran las campanas de la iglesia el último repique de entrada, mi padre me cogió de la mano y juntos nos acercamos a la iglesia no sin antes recibir por el camino las felicitaciones de los vecinos que iban acompañadas de un ligero toque en la cabeza por parte de los hombres seguido de frases “¡Pero cómo medra este rapaz!, ¡Mira que majo va!. Las mujeres te daban un par de besos muy sonoros con frases muy parecidas a los hombres pero algunas llevadas de un cariño excesivo te dejaban restos de saliva en las mejillas que te apresurabas a limpiar con la manga del abrigo  lo antes posible asegurándote que nadie te viese para evitar el pescozón de mi padre o la reprimenda de turno seguida de la frase, ¡Pero habrase visto este rapaz!.  Sin soltarme de la mano de mi  padre recuerdo que me situé delante de la primera fila de reclinatorios muy cerca del Santo que yo consideraba como algo propio. El día frío hizo que la iglesia estuviese llena de gente aunque también la devoción al santo guardián de la garganta influía sin olvidar que el número de “Blases” era considerable y cada uno venía acompañado de los familiares más cercanos y vecinos que no querían perderse el convite en cada una de las casas de los homenajeados al final de la procesión. Sé que el cura se dedicó a balbucir una serie de oraciones que a mi me parecieron interminables antes de que cuatro “Blases” transportasen a San Blas hacía el exterior de la iglesia. Ahora comprendo porque le llamaban San Blasillo , su tamaño era tan pequeño que sobresalía muy poco del trono en el que le llevaban. La comitiva salió a la calle desafiando al frio y a la niebla y entonces sucedió algo que me ha quedado grabado en mi memoria para siempre, mi padre en uno de los descansos de la procesión cogió uno de los 4 palos de las andas y me invitó a que yo también lo tocase aunque casi no llegaba por mi estatura. Debo decir que me sentí por un minuto el ser más feliz de este mundo, se dio una simbiosis entre lo místico del acto y ese orgullo paterno y filial que me hizo sentir en lo que a mi me pareció la gloria . A pesar de que hoy no me considero creyente si debo confesar que ese momento quedó grabado en mi memoria como algo mágico a pesar de mi corta edad. A mi padre le pregunté varias veces sobre este hecho y no lo recordaba pero yo si eso es suficiente. De los “Blases “ de la procesión tengo en la memoria a algunos, el del “Ti Blas Rodríguez” que tenía muchos hijos y uno también de nombre Blas de la edad de mi padre, otro era “Blas el de detrás de la Iglesia” supongo que el apodo sería para diferenciarlo de los otros , el otro Blas  era el padrino de mi padre tenía por apodo el Acribador y era el culpable del nombre de mi padre y por extensión del mío porque en aquella época el padrino elegía el nombre del ahijado. De los rapaces o mozos que tenían también ese nombre aunque en diminutivo “Blasitos” y  acompañábamos al Santo estaban Blasito el de detrás de la Iglesia, el nieto de “Ti Blas Rodríguez” y el que escribe.
                El final de todos los recuerdos de este día tan especial estaba en casa de mi abuela Felicidad.En esa casa que estaba en la calle La Rúa vivían mis padres y mis abuelos.Mi abuela me dio una bandeja de bollos y ella llevaba otra bandeja con algunas copas de un líquido blanco que supongo que sería aguardiente o anís. Con los ojos llenos de ilusión iba ofreciendo los dulces a todos los que esa mañana fría se habían dado cita en el “astro” de la casa que supongo estarían los vecinos más cercanos además de mis padres, abuelos y mi tio José Maria. Yo recuerdo de una manera muy especial el haber ofrecido un dulce a una persona que estaba en una cama y que golpeaba con ritmo un fuelle  cantando e invitándome a bailar cosa que inexplicablemente hacía para su regocijo, digo inexplicablemente porque exceptuando esta vez y la de mi boda creo que no he vuelto a bailar en mi vida.Por las indicaciones de mis padres parece que era mi abuelo Felipe que se encontraba muy enfermo y que fallecería unos meses más tarde.
                Actualmente en el pueblo sólo quedamos tres “Blases” y juntos sumamos más de 195 años, casi nada. Siento una gran pena que este nombre , de tanta tradición en el pueblo,se pierda para siempre. Yo quise seguir la tradición  del nombre a través de mi hijo pero un trágico destino truncó ese deseo. El hecho de escribir este recuerdo de “Blases y Blasitos” quizás sea un homenaje un poco inconsciente a mi hijo Blas que nos dejó pero cuyo recuerdo siempre trataré de mantener.
             Camarzana de Tera    3 de agosto de 2018





Comentarios

Unknown ha dicho que…
Un texto muy bonito!Un gran homenaje para Blas!

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